Irene necesitaba dar una nueva funcionalidad al salón de la casa que sus padres tienen en la playa, porque a veces la habitaban ellos dos solos, pero otras, iba Irene con su marido y los críos. Necesitaban un espacio que se adaptase a todos.
Tras terminar el verano, Cecilia, la madre de Irene, nos llamó para ponerlo en marcha, para “dejárselo tan bonito como en los dibujos del microproyecto”. Y acabamos de terminarlo. Diseñar cualquier habitación de una casa es una experiencia tan única e irrepetible como el espacio que estudias. Es maravilloso cuando puedes contar con la participación e ilusión de las partes implicadas, y en éste caso fue así.
El mayor reto fue, partiendo de algunas piezas de mobiliario existente, conseguir una estancia cómoda y acogedora, con evocación de hogar. No un salón solo para el verano, sino para poder disfrutarlo todo el año.
Tuvimos que respetar el sofá. Tenía unos 15 años pero gran valor sentimental, pues se compró con una primera nómina. Le mantuvimos. Lo retapizamos con una tela muy similar y del mismo color, reforzamos la estructura y rehicimos los cojines. El resto de asiento lo forman las dos sillas frente al estupendo ventanal, dos mesitas con colchonetas sobre ellas, y los pufs que esconden debajo. La mesa era necesaria como zona de trabajo puntual para el marido de Irene.
La esencia de una casa en una zona de playa interpretada por el prisma de una pareja de ciudad. Querían una casa desenfada y cómoda, pero no un apartamento de playa al uso, si no una casa “light” en concordancia a su vivienda en Madrid.